¿Futuro, qué futuro?
El telediario abre con la noticia del futuro de un jovencito o jovencita; no recuerdo bien el sexo ni quiero acordarme. Es de buena familia e inicia sus estudios en una academia muy particular; hasta le dedican un breve monográfico.
En España están castigadas muy severamente las habladurías sobre según qué quienes.
La mayoría de los jóvenes, y no tan jóvenes, de nuestro país, no tienen futuro: aun con estudios superiores, han de contentarse con vivir de alquiler, y en muchos casos, compartiendo piso, y trasladarse en patinete eléctrico. Lo de formar una familia y tener una vivienda en propiedad parecen fantasmas, anacronismos de tiempos oscuros y pasados. Ahora tenemos libertad para acostarnos todos con todos y la libertad de comprar preservativos y consumir pornografía y elegir nuestra identidad sexual y hasta de especie. Y no, esto último no es ninguna broma, el transespecismo es una práctica en auge.
Eso sí, la libertad de expresión sigue coartada, y el derecho a un trabajo y vivienda dignos, más parecieran un chiste malo de Arévalo que una posibilidad real. Un hombre puede vestirse de mujer y casarse con otro hombre y acostarse libremente con cuantos le apetezca; pero decir la verdad le puede costar caro, muy caro, y soñar con un futuro donde no tengan cabida la angustia y la precariedad puede conducirlo a engrosar la fatídica lista de las once personas que estadísticamente se suicidan diariamente en nuestro país.
Jesús de la Palma
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