Charla entre amigos

Ayer hablamos sobre Los santos inocentes con E., que no había leído el libro, pero sí había visto la película. Le dije que, en mi opinión, la película superaba al libro. 

El libro se podría decir que es la semilla y la película la flor. 

En un momento de la charla, nos emocionamos al recordar el ajusticiamiento del “señorito Iván”.

Más tarde, ya casi para despedirnos, ensaladilla rusa, boquerones, rosada, y una entrañable y enriquecedora charla mediante, salió el genio de Cela a colación. Cuando hice mención a La familia de Pascual Duarte, puse el acento en su magnífico comienzo; concretamente en el primer párrafo, un claro ejercicio narrativo de determinismo duro y uno de los momentos cumbres de la literatura; él, por su parte, mencionó el final. 

Él ha leído Cien años de soledad y yo no, a él le gustó La conjura de los necios y a mí no. Esto último lo hemos hablado en otras ocasiones. De todos modos, uno, desde luego, puede cambiar de opinión, y también puede recorrer los caminos pendientes; con lo que cabe la posibilidad de que tarde o temprano me pase por Macondo y vuelva a visitar a Ignatius y esta vez sí nos hagamos amigos, o de que al menos por mi parte haya un mejor entendimiento de su idiosincrasia. 

Hace tiempo que vengo pensando en hacerme una taza con la leyenda Preferiría no hacerlo; la icónica frase de la archiconocida novela Bartleby, el escribiente, de Herman Melville. Ayer no hablamos de esta. Mencionamos a algunos otros autores, y sé que el tiene camisetas de La guerra de las galaxias

Seguramente, en una de esas gratas ocasiones en las que nos encontramos para celebrar la vida, cada uno lleve una de sus camisetas frikis y hagamos comentarios al respecto y sigamos enriqueciéndonos mutuamente mediante el ejercicio de la palabra, de la comunicación mediante la práctica de la razón, que junto al amor, es el motor de las relaciones humanas.

Jesús de la Palma 

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