Campesino

Si el conocimiento es un campo que sembrar, yo soy un campesino. Luego están los terratenientes, que dominan con maestría grandes parcelas de materias concretas. Yo no tengo que ver con esa gente, en algunos casos, puedo sentir admiración, y hasta ahí llegó mi cometido. Soy un lego en todos los asuntos que tengan que ver con la instrucción. ¡Qué se puede esperar de alguien que ha caído sepultado bajo un alud! Apenas estoy comenzando a ver la luz. He dejado a un lado la lectura de “Solenoide”, que tanto me estaba gustando y que tanto estaba subrayando. Me falta bagaje lector como a otros les falta bagaje vital. He abandonado porque mientras leía tenía la sensación de estar perdiéndome algo: ¿de qué otros autores se nutre Cărtărescu? De otra parte también me han pasado factura las largas descripciones que no conducen a un desenlace emocional ni intelectual. Estoy demasiado ávido de conocimiento, soy aún demasiado ignorante como para poder permitirme el lujo de pasar de una página a otra sin haber sacado nada en claro. Algo similar a comprarse un polo de Lacoste siendo mileurista. No me lo puedo permitir. Por eso he abandonado y me he arrojado de nuevo a los brazos de Platón. Ha sido así, como lo cuento. He abierto el libro como el caminante sediento que encuentra al paso una fuente de agua fresca. Me quedan unos pocos diálogos para la lectura completa de su obra, diálogos apócrifos incluídos. En realidad me hallo inmerso en un ciclo de lectura de autores clásicos, pero hice un inciso y comencé con “Solenoide” porque el “Parménides” se me hizo muy cuesta arriba. La cuestión es que vuelvo a Platón. Con él tengo al menos la sensación de no estar malgastando el tiempo. Esta mañana lo hablaba con ella, le hablaba de que quería leer “La comedia humana” y tantas otras cosas... Le decía que me siento como un pececillo que quisiera beberse todo el agua de los mares y los océanos.

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