Xanax

Lo acabo de descubrir. Me lo ha sugerido Instagram. Un rapero, o trapero, como ahora se autodenominan. Su apodo es toda una declaración de intenciones: Lil Xan. Xan, de Xanax, claro.

El Xanax en España se comercializa con el nombre de Trankimazin; es una benzodiacepina cuyo principio activo es el Alprazolam. El dato que voy a arrojar a continuación es de dominio público, pero he escogido una fuente al azar, de tantas y tantas que se hacen eco de lo que ya se cataloga como epidemia de consumo de benzodiacepinas, a saber: según la revista National Geographic, en 2021, un promedio de ciento diez españoles por cada mil habitantes consumió al menos una dosis de benzodiacepinas al día. 

El rostro del joven Xan, que a la fecha cuenta con veintiséis años, es puro nihilismo, cubierto por tatuajes de un estilo denominado como “ignorante”, que se caracteriza por su mala ejecución y su carencia de sentido. Para que nos entendamos, consiste en rayajos y monigotes. Así, el bueno de Bartleby, con su desinterés casi extraterrestre, se queda muy atrás comparado con unas nuevas generaciones a las que las puertas de la realidad se les han cerrado con siete cerrojos de veinte quilos cada uno. 

Esto ya lo he narrado anteriormente, pero nunca está de más recordarlo. La cuestión es que tenía yo un amigo funcionario de prisiones que me contaba que, allá por los noventa, lo que más temía la dirección del centro, era la entrada clandestina de benzodiacepinas, más aún que la de heroína, pues el nivel de violencia que se alcanzaba entre los internos era antológico.

El psiquiatra José María Álvarez arroja luz al respecto a lo largo de toda su bibliografía, pero como, lógicamente, no puedo citarlo entero, rescató para la ocasión un fragmento de su ensayo “La invención de las enfermedades mentales”, a saber: «¿No se advierte, acaso, que durante las últimas décadas los psicóticos se parecen cada vez más a los débiles mentales? ¿Tendrá algo que ver eso con los tratamientos farmacológicos abusivamente empleados?».

Volviendo a Lil Xan, me parece reseñable, como espíritu de una generación perdida, el título de su primer disco, a saber: “Xanarchy”. Un macabro juego de palabras entre Xanax  y anarquía.

Jesús de la Palma 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo no soy malo (ficción narrativa)

Lecturas nocturnas

“Fresas salvajes”, “Olive Kitteridge” y “Panza de burro”