El caballo de Íbico
Se quejaba Jesús Quintero, y con razón, de que los analfabetos de hoy presumen de «no haberse leído un puto libro». Cada uno de nosotros conoce a alguien que cuando se le pregunta que si lee responde con un ¡bah! Lejos de acomplejarse, los que «no se leen ni un puto libro» hoy se parapetan tras una sensación de orgullo inexpugnable. El que no sabe nada cree saberlo todo, de ahí sus exuberantes muestras de soberbia y autosuficiencia. Son como niños pequeños malcriados, pero con la doblez y la fuerza bruta propias de un adulto. El que opta por la instrucción, por el capital intelectual, se siente como el caballo de Íbico, quien, según narra Platón a través de Parménides, entrenado en la carrera y ya viejo como estaba, cuando iba a entrar en la competencia, uncido al carro, la experiencia que tenía lo hacía temblar, por temor a lo que iba a suceder.
Jesús de la Palma
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