Analítica

A primera hora, analítica. Control de salud rutinario. Soy el primero. Detrás de mí, una señora mayor, sentada en su andador, comenta con su cuidadora: «Estoy hecha un vendo, no he pegado ojo en toda la noche; de la cama al sofá y del sofá a la cama, y como de pie no puedo estar... El año pasado no lo recuerdo tan malo como este».

La enfermera, cuando aprieto, me dice que tengo mucha fuerza y en consecuencia buenas venas. A mi edad, cualquier halago relacionado con la buena salud es una victoria 

Tal día como hoy, cuatro de julio, pero de hace un año, estaba leyendo “La casa de Bernarda Alba”. «Estoy deseando que llegue noviembre, los días de lluvia, la escarcha, todo lo que no sea este verano interminable», suspira Martirio.

Actualmente estoy inmerso en un ciclo de lectura de los clásicos griegos, pero he hecho un inciso para leer un ensayo de Michael Freeden, “Ideología”.

Más tarde, acudo a mi cita gimnástica: treinta minutos guiados de ejercicio cardiovascular, tríceps y pectorales.

Mientras corro en la cinta, me fijo un instante en la chica de al lado. La velocidad con la que pasa las historias de Instagram me deja perplejo. La capacidad de atención ha sido arrollada como por un tornado. No me extraña que los más jóvenes no tengan Facebook, y que los blogs sean reliquias, vestigios de un tiempo no muy lejano.

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