Poder de sugestión
El poder de sugestión de la mente es, tanto para bien como para mal, inconmensurable. Hay que trabajar en ello a diario, como una cama que hacer, una cocina que fregar o un cuerpo que ejercitar. El sábado subíamos por una pendiente muy pronunciada y mi sobrino se apeó de la bici. «Toma, tito». La cogí, y para impresionarlo, la levanté en varias ocasiones a la manera de una mancuerna de gimnasio. Me sonrió tímidamente, pero sin saber muy bien qué más hacer o decir. Al día siguiente, después de la ducha, metía barriga y sacaba pecho frente al espejo mientras me alababa unos cuarenta y siete años “tan bien llevados”; más tarde, selfi en el gimnasio, con pose de fortaleza.
Jesús de la Palma
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