Llamada

No importa cuándo ni cómo, moralmente hablando, uno está siempre en deuda con los hijos. Hoy me llama mi hijo mayor: «No tengo ganas de hablar, cuéntame tú algo». Sé lo que le interesa y me entrego denodada y placenteramente a la conversación. Poder cumplir el requerimiento de un hijo es una licencia para poder respirar en paz.

Jesús de la Palma 

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