Las agujas del reloj
Las agujas del reloj marcan las diez, o las doce o las dos. Es igual. ¿Dónde estoy? Antes decía mierda y cosas por el estilo. Ahora no. Hoy he leído, pero de pasada; no me he sentado a leer. Si me devolvieran todo el tiempo que he pasado escribiendo me quitaría algún que otro año de encima. En cuanto a la lectura, es tiempo siempre, siempre, siempre; siempre, siempre, ganado. Escribir es una aventura incierta. Cansancio y pensamientos agitados. Melancolía en una dosis adecuada. Pizarnik para dormir. «¡Deseo vivir!» puede ser un grito desesperado de suicidio. Así mismo lo manifiesta un 19 de julio de 1955. Apenas unos días después, sentencia de este modo un lacrimógeno monólogo: «Estoy desesperada». Un mes más tarde: «Morir. No sentirme nunca más. Qué desesperación». La alegría de vivir, como materia viva y natural que es, gusta de ocultarse; hay que ir en su busca. El reloj se ha parado. La escritura está fuera del tiempo. Si me devolvieran todo el tiempo que he pasado escribiendo, me darían un puñado de arena.
Jesús de la Palma
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