Cincuenta y cincuenta

Cincuenta minutos en la máquina de cardio. Esto porque tiene pantalla y conexión a Internet. Normalmente estoy media hora. Se me ha pasado el tiempo volando, mientras veía una clase de teología. Me ha llamado la atención que el cura se apoyara en un iPad. Llevaba clériman y, al cuello, una prominente cruz de madera que colgaba de una guita. 

Una vez fuera, cincuenta páginas de la paideia Isocrática. En palabras de Jaeger:  «Isócrates, como el representante más destacado de la retórica, la antítesis clásica de lo que representaban Platón y su escuela». «En el “Nicocles” —prosigue Jaeger–, Isócrates pone en boca del joven monarca un discurso dirigido a sus súbditos, en el que expone sus principios de gobierno». Lo que me lleva a pensar en Maquiavelo.

 Mañana recibo un libro con el que haré un paréntesis en el ciclo de lectura que tengo previsto, que me ocupará hasta final de año, o incluso más allá. Se trata de “Un padre”, de Sibylle Lacan. 

Soy un asiduo lector de diarios y memorias, el testimonio íntimo tiene cualidades sanadoras.

Jesús de la Palma 

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