21/03/2023
Conocí a Yuval Noah Harari leyendo “El amanecer de todo”, de David Graeber y David Wengrow. Se le menciona en el capítulo tres. El sábado me compré su trilogía. A martes, voy por la mitad de “Sapiens (de animales a dioses)”. Cojo del armario lo que tengo más a mano del armario para vestirme. Lo mismo me pasa con las lecturas. Me gustaría ir al cine a ver “Ballena”, la última interpretación de Brendan Fraser, pero es a las diez y media y eso para mí es muy tarde. Esperaré a las plataformas digitales. Para esta entrada del diario me inspiro en el estilo de escritura de Édouard Levé, a quien leí recientemente. Escribe sin puntos y aparte; al menos en su “Autorretrato”. Me repito en las ideas. Juan Manuel de Prada es un fundamentalista católico, aun así me gusta escucharlo. No sé cómo he podido vivir tantos años renegando de la fe. No sé vivir sin fe. Siempre he tenido fe, hasta cuando negaba a Dios con toda la rabia y la frustración de la juventud. Hoy trato de conjugar fe y antropología. Esta mañana me he puesto una americana que me queda grande, pero no se nota apenas. Antes no me ponía americanas en esta época del año porque cogía más la moto que el coche. No creo que llegue a los cien años. Ayer hablaban en la tele de que en un futuro próximo alcanzaremos los ciento treinta. Siempre tengo presente a Cioran. Cuando estoy en una reunión familiar abro la aplicación de Kindle y me voy a sus “Diarios”, también en las salas de espera y en las colas. Cioran no habría querido vivir cien años, mucho menos ciento treinta; quizá sí. Nunca he terminado de creerme sus padecimientos. Veo a Cioran como un místico; un vitalista. Un 17 de enero de 1958: «Hay cierta voluptuosidad en resistir a la llamada del suicidio».
Jesús de la Palma
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