Calicles

En la hamaquita, yo la llamo “ranita”, M. A. está tranquilito, pero no se duerme. Venimos de dar un paseo y lo he tenido que coger en brazos, porque no quería estar en el carro. Y en brazos se ha dormido.

Esta mañana, con su mamá, en la clase de lactancia, con apenas mes y medio, era el mayor.

En la hamaquita sigue M. A., tranquilito, porque yo lo mezo con el pie descalzo. 

Mientras tanto, leo unas páginas del Gorgias: Nietzsche fue Calicles, y yo fui ambos cuando por primera vez leí a Nietzsche. 

Me gusta cuando Sócrates le da a Calicles el trato de “sapientísimo” y “excelentísimo” y “afortunado amigo”. 

Algún Sócrates también se habrá burlado de mí con fina ironía.

 Uno no para de aprender y de ponerse a prueba. Lo que tiene la ignorancia es que no se manifiesta, o mejor: cuanto más enfermo se está de esta, más sano se cree estar; algo así como la locura. Sí, eso, como la locura. 

Durante el paseo escuchaba una conferencia de Carlos Blanco, quien cursó tres licenciaturas simultáneamente; creo que filosofía, física y teología. Sin embargo, a Blanco no lo llaman para las televisiones; ¿a quién podría interesarle un Sócrates moderno?

Jesús de la Palma 


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