Biberón
Le doy el biberón a M. A., y en cada pausa hace un sonido como de cerrado al vacío al abrir la boca que, onomatopéyicamente, puede traducirse con un plas. Esto me hace mucha gracia. También, cada vez que hacemos una pausa, le pido que me dé un eructito, y cuando lo hace, lo celebro con aspavientos y voz infantil .
Mientras le doy el biberón veo en la tele la última entrevista a Jesús G. Maestro, por Álvaro Bernad, en la que Maestro llama gualtrapa a Sócrates y desdeña con sorna “La República” platónica.
Platón, sobre el que se cimenta el pensamiento occidental, presenta sin embargo a Sócrates en la Apología como la encarnación de la suprema megalopsychia y valentía, y en el Fedón ensalza la muerte del filósofo como una hazaña de superación heroica de la vida.
Maestro cuenta de su vida: se sacó la plaza de profesor en 1994, y a fecha de hoy, en la misma entrevista, asegura que él no necesita al sistema para nada, sino que es el sistema quien lo necesita a él. Esta última es su parte más cómica y excéntrica, que no lo exime de tener su parte de razón, y por la que, además, sus intervenciones resultan tan entretenidas.
Que no se me malinterprete, aprecio la intelectualidad de Maestro, y entiendo que, por encima de todo, defienda su campo de estudio, que es la literatura. «Comencemos, pues, ante todo por vigilar a los forjadores de mitos», se dirige Platón a Adimanto. Y más adelante: «Porque los poetas, lo mismo los de ahora que los de los tiempos pasados, no hacen otra cosa que divertir al género humano con falsas narraciones».
Me imagino, dentro de un tiempo, hablándole a M. A. de Sócrates y Platón, y también, por qué no, de Maestro, de quien tengo pendiente la lectura de su “Crítica de la razón literaria”.
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