Manuel Abril

Ayer nació Manuel Abril. Mi segundo hijo. 

Me introdujeron en una sala de espera donde el tiempo transcurrió rápidamente. Llevaba, de todos modos, un libro. ¡Ja! Más por costumbre que por otra cosa. 

No creo que nadie pueda leer en ese momento, esperando el nacimiento de un hijo. ¿Qué hice? Recurrir a YouTube. 

Necesitaba desesperadamente distraer la mente. Algo fácil de asimilar, un narcótico. Hay que, ante todo, mitigar el temor y la incertidumbre. 

La plataforma me sugirió un encuentro del recientemente fallecido Sánchez Dragó junto a Leopoldo María Panero, entre otros contertulios sentados a una mesa redonda. 

Verdaderamente, si alguien puede captar la atención de otro en un momento así, ese es Leopoldo María. 

Dragó le preguntaba por su hígado, mientras el poeta fumaba y se bebía un cubata en plena entrevista, plató de televisión mediante. 

Panero balbuceaba y pedía permiso para “levantarse a mear” a mitad del encuentro. 

En un momento así, como el que me ocupaba, solo podía captar mi atención la espontaneidad del poeta. No se puede pensar más allá del impulso justo cuando te va a cambiar la vida, cuando tu vida vuelve a cobrar sentido. 

A treinta y seis horas del alumbramiento vuelvo a pensar en Panero, quien obtuvo reconocimiento por su posición y su malditismo. Lo pienso en una habitación de hospital; junto a un bebé, el mío, y a una parturienta, mi esposa. 

En mi caso, no tengo la cuna de Panero, tampoco su talento natural ni su malditismo; soy un hombre anodino de ciudad, preocupado por cuestiones de lo más prosaico; tan alejado y sin embargo tan cercano al poeta. 

Estudio la locura, pero no la padezco; escribo, pero no obtengo reconocimiento; lo del talento es cuestión aparte, y no soy quién para valorarlo; por último, me debo a la compostura. 

¿Qué tiene Panero, entonces, que tanto me seduce? Eso que a los “cuerdos” nos está vetado: la espontaneidad. 

Panero tuvo reconocimiento, yo tengo a Manuel Abril.

Nace mi hijo en Granada. ¡Es Abril en Andalucia! Vida nueva, tierra vieja.

Jesús de la Palma 

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