Anonimato
Hoy por hoy pienso que ser famoso debe de ser algo terrible. Estar en boca de la opinión pública, huera y maliciosa; bullente de inquina, envidia y viciada ingnorancia. Ahora entiendo por qué hay personajes públicos que no tienen Redes Sociales. Con los años he pasado a querer ser cada vez menos visible, y sigo en proceso. Esto último es importante para mí: continúo trabajando en ello. Si me muestro en Redes Sociales es porque soy anónimo y apenas despierto interés, no obstante casi a diario me planteo abandonarlas y seguir únicamente con el blog. ¿Llegará el momento? ¿A quién le importa? Por eso sigo aquí. Ayer, la chica del supermercado, que podría ser mi hija: «Me gustan tus tatuajes». En otro momento de mi vida me habría detenido en comentarios y hasta detalladas explicaciones; hoy están ahí como una uña, un dedo o una mano, de modo que sonreí, les resté importancia y hablé de “cuando yo era joven” para marcar distancia con ella. «Pues yo te veo muy moderno», replicó. Me despedí con una sonrisa y cierto sabor amargo por haber perdido eso que a mi edad comienzo a valorar positivamente: el anonimato.
Jesús de la Palma
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