El cuerpo mutilado

  El cuerpo marcado y tatuado de las sociedades occidentales en el siglo XXI es, en muchos casos, un lienzo donde plasmar tanto el narcisismo como la frustración. A este respecto, nos ilustra la psicoanalista Silvia Ons en “El cuerpo pornográfico”: «La devaluación de los valores y la caída de los ideales intentan suplirse con el tatuaje como búsqueda de inscripción. Los que padecen en el mundo las consecuencias de un andar sin brújula son los que más apelan al tatuaje para que algo se fije y no se borre».

  Ante la imposibilidad de arraigo, de seguridad, de un proyecto a futuro, quedan las marcas en el cuerpo como seña de identidad y como método de autoafirmación.

  A su vez, la también psicoanalista Josefina Dartiguelongue, nos ilustra en “El sujeto y los cortes en el cuerpo”: «La práctica de los cortes en el cuerpo cumple con eficacia los principios de esta mutación capitalista del discurso. En los cortes, en estos casos, se trata de una intervención en el cuerpo que no apela al Otro, ni lo interpela, ni se dirige al Otro. Recurso que invoca al individualismo más radical, intervención en el solipsismo de la piel que escamotea el lazo. Efectivamente, esta intervención en el cuerpo, en definitiva, encuentra su resorte en aquello que es lo propio del discurso capitalista, es decir, no soslayan, sino que rechazan la castración. En este tipo de casos, tal como se pone en evidencia para L., los sujetos logran, en su acción, reparar su caída subjetiva y detener transitoriamente su angustia, pero no están dispuestos a confrontarse con lo que de su angustia les concierne».

Jesús de la Palma 

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