En lo más íntimo
Una de las primeras cosas que me interesan de artistas o escritores ya desaparecidos es a qué edad y cómo murieron. Otra es cómo vivieron. No sabría decir si me interesa una cuestión más que la otra, aunque entiendo que son inseparables, con lo que la balanza se inclina a un lado o al otro por una mera cuestión de azar. Para ilustrar, me interesa tanto una vida atormentada que termine con una muerte sosegada, como una vida anodina que termine en suicidio. Quiénes fueron, qué gustos tuvieron, cómo se desenvolvieron entre el público, cómo trataron a sus amigos y seres queridos. Todas estas menudencias me interesan tanto como su legado artístico o intelectual. Se puede juzgar la obra del artista o el trabajo intelectual de un estudioso independientemente de sus características personales. Si hay una obra brillante, no voy a dejar de contemplarla, leerla o escucharla por que el autor fuera un malnacido. Sin embargo, si su vida ha sido tormentosa y su final trágico, esto me puede animar a entrar en su mente. Para mí la vida nunca ha sido un lugar amable. Solo de imaginar lo que pude sufrir en la edad adolescente cuando pensaba que estar vivo era algo para siempre me recorre un escalofrío. El problema, en mi caso, no era la adolescencia en sí, sino tener el convencimiento de saberme engañado por todos los flancos y no saber cómo hacer frente a ello.
Jesús de la Palma
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