El cuerpo pornográfico
Si esto fuera un poema trágico bien podría haberse titulado "Rostro humano". Pero no lo es. No lo es porque ningún poema es capaz de plasmar la crudeza del mundo real. La realidad es inabarcable a los sentidos, es superior a la imaginación.
La cultura del tatuaje evoluciona tal y como lo hacen todas las demás disciplinas estéticas. El que hoy se tatúa el rostro es como el que hace veinte años se aventuraba a tatuarse el antebrazo y como hace diez se atrevía con la mano.
La red está repleta de divulgadores que están al tanto de las diferentes tendencias. Una que descuella en este momento es el "blackout" o fundido a negro, una técnica que consiste en tatuarse una extremidad completamente de negro. Un estilo nihilista que pareciera estar en consonancia con una juventud anhelante de oportunidades. Según refleja la psicoanalista Silvia Ons en "El cuerpo pornográfico": «Los que padecen en el mundo las consecuencias de un andar sin brújula son los que más apelan al tatuaje para que algo se fije y no se borre. Así, esa marca a todas luces contrarresta sus estilos de vida».
Hace unos días llamó mi atención el caso de una joven que se había tatuado el rostro de su pareja sentimental en el pómulo izquierdo. El comentarista Rene ZZ, un influencer especializado, era quien mostraba las imágenes, a la vez que alertaba del peligro de este tipo de conductas, pues la mayoría del público afluente a su canal esta conformada por personas jóvenes. Bien considerado, en el mundo del tatuaje no solo el nihilismo parece ser tendencia, sino también la violencia, pues aunque la joven de marras muestra una sonrisa, con la que parece indicar su conformidad, lo primero que se le viene a la mente al espectador es el proceso de marca a fuego del ganado.
Jesús de la Palma
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