Área de servicio

Hemos parado a comer y a repostar en un área de servicio. Nada más bajarnos del coche, un loco nos ha abordado. Ha preguntado la hora, y luego ha dirigido la mirada al Sol y ha dicho que «ahí tenemos el Rolex». Se reía y gesticulaba. Luego se ha sentado a lo lejos, dentro del recinto, y una vez que he salido para coger algo del coche, me hacía gestos como queriendo entablar conversación. Le he respondido con un saludo, alzando la mano y asintiendo con la cabeza. Nos hemos preguntado quién se haría cargo de él. Era un señor de unos cincuenta años. 

Hace unos meses terminé un círculo de lectura particular relacionado con la psiquiatría; entre las obras que abordé estaban las memorias del doctor Paul Schreber; también leí, de forma más o menos sistemática, la obra completa del psiquiatra José María Álvarez. 

La farmacología moderna, aparte de patologizar comportamientos absolutamente naturales, con el propósito de medicalizar a un mayor porcentaje de población, ha conseguido dar autonomía a los enfermos mentales. El propio José María Álvarez asegura que antes de los psicofármacos la locura sonaba y olía a locura. 

No cabe duda de que los psicofármacos han marcado un hito en la historia de la psiquiatría; pero cuando uno se enfrenta a casos como el de hoy, de personas tan sumamente vulnerables, abandonadas por las instituciones, se plantea hasta qué punto la desmantelación de los hospitales psiquiátricos ha redundado en beneficio de la comunidad y, sobre todo, de los enfermos mentales.

Jesús de la Palma 

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