Sin futuro
Hemos llegado tarde de la playa y hemos ido a comer a uno de esos locales de comida rápida. Hamburguesa, patatas y bebida. El menú más sencillo y pequeño que, aun así, ninguno hemos tolerado bien. Esa comida es para estómagos adolescentes, a prueba de bombas. Nos hemos sentado en la terraza y había alguna familia con niños pequeños, pero, sobre todo, jóvenes. Dos mesas de jóvenes, cuando han terminado de comer, se han puesto a fumar. Su actitud era desafiante, no en un sentido violento, sino extravagante. Fumaban para reivindicarse como jóvenes autosuficientes, aparte del mundo y sus tediosos e irresolubles problemas. Cuando se me ha acabado la bebida, he entrado a rellenarla, entonces he observado cómo un señor mayor, muy mayor; tanto que podría haber sido mi padre, y yo tengo cuarenta y seis años; esperaba turno con una de esas mochilas térmicas para recoger pedidos que llevar a domicilio. Cuando he salido se lo he comentado a ella y no se lo podía creer; hasta que lo ha visto salir. Ambos nos hemos preguntado cómo se transportaría, si en moto, bicicleta o patín. Apuesto a que los jóvenes de las mesas aledañas no han reparado en ese señor; yo tampoco lo hubiera hecho a su edad. Los jóvenes están indefensos ante la propaganda de un sistema opresor que los adula para exprimirles hasta la última gota de sangre. Estos en particular han tenido delante de ellos la imagen de su propio futuro, pero estaban tan alienados, el sistema los tiene tan distraídos, adoctrinados, que aunque se les hubiera plantado delante con una pancarta con la leyenda "soy vuestro futuro", no lo habrían reconocido.
Jesús de la Palma
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