Vida es el universo
Días atrás murió Taylor Hawkins, el baterista de los Foo Fighters, a los cincuenta años. Ni siquiera sé si he escuchado alguna vez una canción suya, aunque por su fama deduzco que sí, pero sin saberlo. Todo el que sepa de qué ha muerto Taylor Hawkins conoce además los detalles, de modo que encuentro de una morbosidad innecesaria remarcarlos aquí de nuevo, o al menos recrearme en los detalles.
Cada vez que sucede una tragedia de este calibre, quiero decir, cada vez que un artista muere por sobredosis de barbitúricos o drogas ilegales o cualquier otra sustancia, recordemos a Prince, Judy Garland, Amy Whinehouse, Mac Miller, P. Seymour Hoffman o Marilyn Monroe; o cada vez que otro abiertamente decide terminar con su vida mediante métodos más drásticos y esclarecedores, como Chester Bennintong, vocalista de Linkin Park, Chris Cornell, vocalista de Soundgarden, o el actor Robin Williams; cada vez, en definitiva, que alguien que tiene todo lo que se supone que hay que tener para ser plenamente feliz, como también fue el caso, recordemos, de E. Hemingway, decide terminar con su vida de uno u otro modo, un coro de ángeles escribe un epitafio en honor del fallecido.
No hay día, a lo largo y ancho de este mundo un tanto ingrato, que no se sumerjan miles de personas anónimas en las pantanosas aguas de la drogadicción, y no pocas de ellas, si no una mayoría, por escapar de unas condiciones de vida que no aportan más que deseos abortados, y no hay día en que otras tantas se suiciden por la descomunal e impía fuerza de las circunstancias, y por ellas también hay ángeles que escriben bellos epitafios, pero no tan trágicos como los de aquellos, pues estos no son suicidas por vocación.
Frente a esas almas que no soportan la vida ni aun estando entre algodones, por cuestión de elevada sensibilidad, entiendo yo, están los espíritus zafios, pragmáticos, esparteros, tan necesarios para levantar el mundo, pero incapaces de hacerlo habitable en cuanto capados para la poesía y el sentido estético.
Reflejo claro y hasta tangible de estos últimos es don Víctor, el marido de “La Regenta”, la de Leopoldo Alas, Clarín, quien es capaz de presentarse y enfrentarse al mundo de esta guisa: “Por lo demás, actividad, industria y arte... mucha comedia, mucha caza, y mucho martillazo. ¡Zas, zas, zas, pum! ¡Viva la vida!”.
Jesús de la Palma
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