Trampantojo

Hablar para todos, pero con metáforas, metonimias, trampantojos. Hablar como en las novelas, las buenas novelas; las que sortean la censura y espantan al lector cerril. No hablar como en los libros de filosofía, de buena filosofía, que, aunque digan la verdad, no hay quien los entienda ni aun en el propio idioma, salvo los filósofos, claro. Son libros clandestinos para el lector profano, como diría el  profesor Bueno, Gustavo Bueno. 

¡No hablar como los políticos, como los periódicos! Que cada uno entienda lo que quiera, o lo que pueda, porque esforzarse en hacer entender a quien no entiende o a quien no quiere entender es tarea infructuosa.

A mí me llevan engañando toda la vida, hasta que he decidido engañarme yo solito; como el que llega justo, justito, justito, a fin de mes y decide aprender de mecánica para arreglarse el coche; así es lo mío con esto de la verdad y la mentira y la metonimia, la metáfora, el trampantojo; los políticos y los periodistas. Para que me engañen otros, me engaño yo. Porque yo no puedo, y mira que me lo propongo, pero no me salen las metáforas, las metonimias, los trampantojos. Sigo hablando a bocajarro. ¿Será cuestión de ensayo, o es que soy un caso perdido? Nada, nada; una cosa es hablar y otra obrar. ¡A mí las musas, la fuerza; lo que sea, una ayudita, por el amor de Dios!

Dios. Cuando era chico soñaba con escribir un cuento, pero como no leía, no pasaba de la primera línea. "Érase una vez...", y ahí me quedaba. Y entonces me aburría y hablaba con Dios y me escapaba de este mundo y soñaba con ser cura o con morirme para estar cerca, muy cerquita, lo más cerca posible de Dios Padre, nuestro Creador. Quería escapar de la vida, de los hombres; de mí mismo, de lo que no entendía y ni siquiera hoy entiendo.

Cuando alguien dice de sí mismo que es raro, no lo creo, porque o bien todos somos raros o todos iguales; los especialitos no existen, por eso siempre que cuento que cuando era chico y le pedí al Señor que me llevara con Él no espero que nadie se espante; otra cosa es que ese lenguaje tercermundista al que nos enfrentamos cada uno de nosotros a diario y donde apenas si hablamos del tiempo y de las noticias ocupe de tal modo el espacio que no quepa nada más. Nada más que mentira y mediocridad. Cinismo asesino, axfisiante vacuidad.

¿Quién no ha suspirado alguna vez porque no puede con la vida? Para luego seguir... A lo suyo, a la tarea... O no. El caso, la cuestión es el trampantojo, la metonimia, la metáfora, porque el orden de los factores no altera el producto; el caso, digo, es hablar sin hacer la puñeta al prójimo, que bastante desvalidos nos han traído al mundo; la cosa, la cuestión es hablar, entenderse, cada uno como pueda, pero con el corazón en la mano y no con la mano en el corazón. 

Vaya, parece que lo voy consiguiendo; todo es cosa de práctica, a ver si poquito a poco... Metáforas, metonimias, trampantojos.

Jesús de la Palma

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