Concurso Zenda de 100 a 1000 palabras

Maricarmen tiene el pelo negro azabache y dos ojos marrones como dos almendras o como dos caramelos de café o como dos besos en las mejillas de quien te quiere pero no se atreve a decirtelo; tiene la cara alargada y un anguloso mentón, tan suave, delicado y perfilado como una taza de porcelana de esas con las que los ingleses ricos que salen en las películas toman el té con sus parientes y amigos a la hora en que los españoles de bien nos estamos echando una siestecita de esas que reparan hasta cien años de desdicha, porque, le pese a quien le pese, en España se trabaja igual, pero se vive más y mejor.

Maricarmen tenía de joven un lunar en la mejilla que ya no luce porque era pintado, y no es que fuese ella muy coqueta, sino que de entre las mujeres, hasta la más pazguata sabe cómo hay que desenvolverse en un mundo de hombres; cosa que estos, por mucho que se hayan empeñado a lo largo de los siglos en hacer del mundo su cortijo, todavía no han dado con la tecla de cómo funciona el universo de las Consuelos y las Margaritas; las Candelarias, las Dolores; las Teresas y las Luisas, y hasta el más listo entre los listos, en lo que a asuntos de Rosas y Merceditas se refiere, va dando palos de ciego; creyendo, sin embargo, que lo sabe todo, y es por esto por lo que Dios decidió que fuese Adán quien sacara a Eva de una de sus costillas, puesto que si hubiese sido Eva primero, se las habría sabido apañar sola, porque una mujer vale por dos hombres y un hombre solo no vale ni lo que unas medias de mujer.

Ella siempre quiso ser enfermera, desde que cuando era chica, muy chica, tan chica que no alcanzaba a la encimera de la cocina, ni a ver desde fuera los cisnes del Palacio de los Patos, le pincharon en el culete y aguanto sin llorar, como una valiente, y el practicante le dijo que no había conocido a otra niña que aguantara como ella y, en premio, le dio una piruleta que se zampó tan contenta al salir.

Su padre, un queridísimo maestro de escuela que ejercía en La Zubia, se murió siendo ella un bebé, por lo que no tiene recuerdos

Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo no soy malo (ficción narrativa)

Lecturas nocturnas

“Fresas salvajes”, “Olive Kitteridge” y “Panza de burro”