Marijo Gruger

Hay miedo al efecto llamada en lo que al suicidio respecta, y por esa razón se maquillan y ocultan en lo posible las altísimas, frenéticas, consternadoras cifras anuales a nivel mundial. A su vez, tomar el suicidio como gesto romántico es un error, y eso que hay maravillosa literatura al respecto, pero la literatura vive aparte de la vorágine cotidiana. Habría que asistir el suicidio sin axfisiantes trámites burocráticos, quizá así los que disponen de nosotros a su antojo, hasta el extremo de la semiesclavitud, se vieran forzados, frente la opinión pública, y ante el éxodo masivo, dada la avalancha de peticiones, una vez liberados de la clandestinidad, a hacer de este mundo un lugar más justo. La lucha por la vida y los derechos debe tener un límite, porque de lo contrario denota desesperación, y hay veces que para conseguir algo, en este caso la vida digna, hay que plantarse, aun a riesgo de perder la propia vida, puesto que si siempre se está dispuesto a la lucha, y siempre en condiciones de inferioridad, la rueda de la tortura seguirá girando sin cesar. Mientras que el suicidio sea un acto clandestino, fuente de estigma, la vida seguirá siendo insoportable para la mayoría. Reinaldo Arenas, en "Cartas a Margarita y Jorge Camacho", en relación al suicidio de Marijo Grujer, una amiga en común, dice así: "Al menos debe quedarte el consuelo de saber que fue por su propia elección, que tuvo la dicha y el coraje de determinar por sí misma".

Jesús de la Palma

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