El Estado

El Estado busca hombres y mujeres inteligentes, sin imaginación ni lugar para la fantasía, funcionarios sin conciencia moral propia; sagaces sabuesos del delito, guardianes de una moral inflexible. Es por el Estado que se reduce el crimen y la convivencia se torna pacífica entre las gentes; el Estado recluye y recrimina, se lucra y moldea el ánimo de las ciudades. Sin el Estado atentaríamos los unos contra los otros: todos libres, todos contra todos. El Estado es un bien en tanto que es un mal necesario. Ni siquiera los poetas ni los menesterosos escapan a las garras del Leviatán; únicamente los niños, santos inocentes, se liberan del peso de la justicia terrena; su irremisible indefensión los hace libres. El Estado. Almas penitentes gobernadas por espíritus imperturbables. El Estado es un sueño rojo: sueño por lo que tiene de delirio y rojo porque sus manos están teñidas de sangre. La conciencia del Estado descansa tranquila por su cinismo, al igual que la de todos aquellos que emocionalmente lo secundan. Nadie puede ni quiere estar fuera del Estado, contra el mismo solo queda el enfretamiento, ya sea a la forma de Bertrand Russell, mediante la desobediencia civil, o a la forma de Alexander M. Jacob, mediante el robo y posterior enorgullecimiento del delito. 

Jesús de la Palma

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