Disertación poético-reivindicativa
Cada vez que un repartidor de Globo arranca la moto, echa a pedalear o se monta en el patinete eléctrico, un anarquista decimonónico y un sindicalista de la quinta de Marcelino Camacho se revuelven en sus tumbas. Hoy he ido a dar una vuelta al centro y a aprovechar uno de los últimos helados de Los italianos (en esta ocasión de stracciatella) de la temporada, puesto que cierran en unos días. He visto, como de costumbre, repartidores de Globo a diestro y siniestro. El casco histórico granadino es una ensoñación, su arquitectura dieciochescha conjugada con destellos andalusíes así lo reflejan. Pero cuando uno echa la vista al suelo, a las aceras, el panorama se vuelve siniestro si se lee entre líneas. Así, el detonante de esta disertación poético-reivindicativa ha sido una preciosa jovencita en su bicicleta, con la mochila de Globo a la espalda. Digo preciosa, y no se me vaya nadie a soliviantar, como digo exuberantes los edificios, porque tengo ojos, y espíritu estético. La cuestión de por qué esta muchachita ha sido determinante en mi irreprimible impulso discursivo es que me he imaginado siendo padre de una criatura similar, con carrera, máster y el C1 de inglés, trabajando en Globo y se me han llevado los demonios, porque aún no todo está perdido, ya que podemos alzar la voz, aunque temo que, a este ritmo, ese derecho se convierta en privilegio de unos pocos.
Jesús de la Palma
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