Plaza Nueva

Hay un dicho en Granada que reza así: "Soy tan albaicinero, que cuando bajo a la Plaza Nueva, me siento extranjero". En mi caso no es así, soy granadino por circunstancia, esto es, forzosamente, porque a mí Granada no es que me guste o me disguste, es, más bien, que me siento extranjero hasta en mi tierra. Uno sabe, no vaya usted a creerse, lo importante que es tener patria en este mundo tan ingrato, y que solo por eso, ya tendría uno que sentirse millonario; pero, oiga, aquí sucede como con los ricos, que aun teniendo en abundancia, aprecian lo que no tienen. Crecí a los pies de la Alhambra, como quien dice, porque del Paseo de los Tristes a la calle Zacatín hay cinco minutos andando, y desde ahí, veinte o veinticinco al Mirador de san Nicolas. ¡Ay!, el Mirador de san Nicolas, si ustedes pudieran verlo; pero yo siempre lo he tenido a tiro de piedra, al igual que la Alhambra, y esa es la maldición del niño rico; vean ustedes, si no, el caso de Scott Newman; porque somos humanos, y la compresión es el idioma de la humanidad, todo lo demás son dialectos ininteligibles. Mientras escribo estoy fuera de Granada, y es aquí, en una ciudad por descubrir, donde mi extranjerismo me abraza, y donde puedo hablar con ternura de Granada, porque aquí soy de fuera, y me gusta decírselo a todo aquel con el que hablo: "Soy de Granada".

Jesús de la Palma

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