¡Madre mía!
"¡Madre mía!". Siempre me ha gustado mucho esa expresión, porque es muy socorrida y porque yo quería mucho a mi madre cuando estaba aquí, a mi lado, y ahora que no, todavía la quiero más; por ese principio inexplicable de que siempre queremos más lo que no tenemos. "Madre mía", además, expresa asombro, y la filosofía comienzó con la capacidad de asombro, y a mí la filosofía me gusta mucho porque no dejo de asombrarme y quiero saber siempre qué subyaye tras la sensación de sorpresa inicial. Se puede vivir, no obstante, dando todo por entendido, acatando las normas sin cuestionarse lo más mínimo acerca de estas, de hecho, es como más a gusto se vive: asombrandose de lo que hay que asombrarse y no asombrándose de por qué la gente se asombra de lo que le dicen que hay que asombrarse.
Jesús de la Palma
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