Guns N' Roses

Recuerdo ir con mi padre, cogidito de la mano, a comprar pasteles a las monjas de clausura, a las Agustinas Recoletas del Santísimo Corpus Cristi. "Ave María Purísima", se presentaba él, con su voz fuerte y reposada . "Sin pecado concebida", respondían ellas. Nos preguntaban por la famila y después nos despachaban. También íbamos, esto más de tarde en tarde, a los Hermanos Obreros de María, a llevar los juguetes que yo ya no quería y a saludar al Padre Gutiérrez, uno de esos hombres santos que hace ya encontró su lugar en el cielo. Yo fui un niño que rezaba y hablaba con Dios; un niño católico, apostólico y romano; un niño que escuchaba cada día el "Vaya usted con Dios" y el "Hasta mañana, si Dios quiere"; un niño de los que iban a misa cada domingo. Hasta que un día escuché a Guns N' Roses y después a Venom y a Ozzy, y ahí terminó mi periplo cristiano. Hoy soy un hijo pródigo que quiere volver a creer pero no sabe cómo, llevo años intentándolo, hasta que ayer, leyendo "La filosofía Perenne", de A. Huxley, un libro plagado de testimonios de santos, vi un pequeño rayo de luz: sucedió que, estando casi al punto de la ofuscación, comprendí que, envuelto en un manto de soberbia, fruto de la frustración, ante semejante despliegue de virtud, lo que sentía en realidad no era sino la impotencia del que aún está lejos de comprender.

Jesús de la Palma

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