Calles y Plazas

Aquí no llueve, apenas si llueve; de lo cual me he enterado hoy, a los días de llegar. De ahí el paisaje desértico, casi westerniano. También me entero de que una estatua de Unamuno preside, quizá haciendo honor a la soledad que persigue a todo aquel que dedica su vida al arduo e ingrato ejercicio de pensar, una de esas llanuras indescriptibles, uno de esos parajes desérticos que cubren el terreno como un áspero manto de tierra y piedras. Las playas son su forma de redención, su mayor atractivo; infinidad de kilómetros de playas paradisiacas con todo tipo de parafernalia turística en alguna que otra, dejando lugar para la imaginación en todas las demás. Mi padre me contaba que mi abuela paterna, cuando visitaba alguna ciudad y le preguntaban, respondía: "Calles y plazas". Mi abuela paterna era maestra, no sé de qué especialidad, porque cuando yo tenía veinticuatro años ella tenía cien, y murió a los ciento uno, y los jóvenes nunca se interesan por las cosas de los viejos; sin embargo, no soy capaz de olvidar aquella frase, porque mi capacidad de asombro es asombrosa, valga la redundancia, y quizá por eso sea, también, aficionado a la filosofía; lo que viene siendo un amateurista, vamos; digo esto porque a mí cada nueva ciudad, ya sea para bien, ya para mal, me sorprende, y no solo veo calles y plazas.

Jesús de la Plazas

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