Teatro de lo absurdo
Yo escribo al modo de Ionesco en "La búsqueda intermitente (Diarios)", sin llegar a alcanzar su grado de intimidad ni, por supuesto, su talento; yo soy un amateurista, como diría Cela, en cuanto a las cosas que interesan del saber, porque de lo que realmente sé, ¿a quién podría interesar? Porque yo sé, principalmente, de las cosas del querer, y de eso, quien más, quien menos, todos sabemos un trecho. Yo apenas sé de Filosofía, si acaso, un poquitito de nada, pero es verdad que cuando escucho su nombre me pongo muy contento. Recuerdo que con siete años, una noche le pedí al Señor que me llevara con él, porque sentía que nunca iba a encontrar la verdad ni mi lugar en el mundo. Esta interpretación es de ahora, pero aquella noche, con mis siete añitos, la recuerdo como si fuera hoy, y recuerdo que me angustié al pensar que nadie me quería y que estaba muy solo en el mundo; he de aclarar, no obstante, que mis padres me adoraban, pero por alguna razón, con siete añitos, tuve mi primera crisis existencial. Yo me pongo muy contento cuando eschucho hablar de Filosofía porque la vida no deja de sorprenderme, y según Platón, el asombro es el que permite que se revele la verdad. La primera vez que leí a Nietzsche, mi sensación fue de auténtico, absotulo asombro, tanto es así que pensé haber encontrado el camino de la verdad; luego supe que no, lo cual sucedió después de leer a más autores; después de leer a algún que otro filósofo más comprendí que Nietzsche tenía razón en unas cosas y en otras no, pero que no era un profeta, sino un genio: esos son los peligros de adentrarse en la Filosofía por cuenta propia. Ayer hablaba con un amigo sobre un Youtuber que habla de Filosofía y los dos convinimos en que sí, que era inteligentísimo, pero también en aquello de "a Dios rogando, y con el mazo dando", porque quien sabe de Filosofía no es simplemente alguien muy inteligente que se dedica pensar en abstracto mientras pasea distraído mirando las estrellas, no; quien sabe de Filosofía es porque ha consagrado su vida al estudio. A mí, aun solo sabiendo apenas un poquito, un poquito de nada, la Filosofía me ha servido para evadirme del teatro de lo absurdo, de la insoportable levedad del ser.
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