Oropel
Todo en mí es oropel, harina de costal ajeno; savia estéril, si se prefiere. No sé lo que es llegar a meta alguna y menos aún a la conclusión de por qué; es más, soy incapaz de llegar a una conclusión de la que no dude una y mil veces antes y después de espetarla, más antes que después, sin tiempo de maceración, porque apenas sí sé de lo que me hablan cuando me hablan de paciencia, de reflexión. No soy, pues, como se puede ver, ejemplo de nada bueno, y, aun así, me tengo por bravo, valioso e incandescente, esto último es, irradiador, si no de sapiencia, al menos sí de ocurrencia. Y así transcurren los días de mi vida, a trompicones y sobresaltos, a toda mecha un día, y al otro con la mecha mojada, porque nunca he conocido el termino medio. ¿La mesura, la ecuanimidad? No, eso es para seres virtuosos, adalides del altruismo y de la buena fe. No, yo soy humano, demasiado humano, y como tal, no entiendo la vida, y mucho menos a mí mismo, pero ¿qué le vamos a hacer? Ya es tarde para cambiar, de modo que ahora, cuando me surgen dudas frente al espejo, me digo: "No es para tanto". Porque si algo se gana con la experiencia, es apatía, el único y bendito brebaje que hace soportable la vida de los que siempre hemos esperado demasiado, anhelado el cielo.
Jesús de la Palma
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