La sociedad aséptica

La nuestra es una sociedad aséptica, en cuanto a motivos de salud como de ideales. Todo es en ella superfluo. Digo aséptica porque hoy, aun vacunados, y sin ser obligatorio, muchos se siguen cubriendo el rostro con la mascarilla para pasear al aire libre, y la mayoría ha dejado de utilizar el dinero en efectivo. En mi opinión, la sociedad aséptica, más que perder el juicio, que sería más digno, ha optado libremente por la estupidez supina, por hacerse la sorda, la muda y la ciega, porque cualquiera con unas mínimas dotes de sentido común se da cuenta de que la desaparición del dinero en efectivo no solo supone un perjuicio económico para cualquier bolsillo de clase media, sino una masacre de los más desfavorecidos. 

Hoy he aparcado la moto al lado de unos contenedores de basura y he visto a un joven abrir cada uno de ellos, apoyarse en el filo con una mano y hurgar en el interior con una vara metálica que sujetaba con la otra. Más tarde, he entrado en una farmacia, y la señora de delante ha pagado, como casi todos hoy, con tarjeta; yo me sigo negando, pago unas cuantas veces al mes, las que me obligan para eludir las indecentes comisiones trimestrales; tras cobrarme en efectivo, la farmacéutica se ha rociado las manos con un espray desinfectante, cosa que, hace tan solo año y medio, nos habría resultado impensable; a continuación me ha venido a la mente la imagen del joven hurgando en la basura, sin guantes, sin mascarilla, sin espray desinfectante. "¡La sociedad aséptica!", he mascullado.

Jesús de la Palma

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