La veo a través de la cristalera principal, está sentada en un escalón, fumando; cada día cumple la misma rutina antes de entrar al gimnasio. Entra y aborda a quien tenga a bien prestarle oídos; ya por compasión, ya por resignación; yo también tuve mi oportunidad... De unos cincuenta años y de una delgadez espectral, hace sus pinitos, lo intenta; por lo que sé, ha pasado varios meses sin salir, en cama, aunque desconozco el motivo. Hoy le ha tocado el turno a Javi, el dueño del gimnasio. Justo antes, yo había entrado a la oficina, que está a pie de pista, para recomendarle un disco, ya que somos de la misma quinta y tenemos parecidos gustos musicales; a raíz de eso, hemos entablado una breve conversación; la cuestión es que después de verla a ella, me he visto reflejado en su imagen; ambos, como todos, con mayor o menor sutileza, buscamos el contacto humano, entablar conversación, huir de nuestra realidad. Qué frase, la de Stig Dagerman: "nuestra necesidad de consuelo es insaciable".

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