Uno de los buenos

En el avión me toca el asiento de en medio, aunque, como no va completo, me tranquilizo, ya que pienso en cambiarme de sitio; sin embargo, a mi derecha se ha sentado un psicólogo, pertrechado con la lectura de Erich Fromm. Me dirijo a él y me recibe con agrado; para mayor regocijo, se llama Jesús, como yo. Charlamos unos minutos, le comento sobre el último libro que he leído ("Hacia una psiquiatría crítica", de Alberto Ortiz Lobo); le comento que es, el autor, un psiquiatra íntegro, con valores éticos, que defiende al paciente y una psiquiatría donde los medios humanos y las terapias cobren protagonismo frente a la biomédica, frente a los intereses de las empresas farmacéuticas; le interesa, lo anota; me cuenta que su hermano es esquizofrénico; le comento que el CAT (siglas en inglés para denominar el Comité Contra La Tortura) considera tortura el trato degradante que sufren muchos enfermos mentales a día de hoy en los hospitales psiquiátricos, sometidos a regímenes de medicalización prácticamente inhumanos, que los convierten en auténticos autómatas; coincide con el planteamiento. "Es difícil, muy difícil, casi una tarea quijotesca luchar contra el sistema, este autor (Ortiz Lobo) es una excepción", le digo. "Yo espero no cansarme nunca de luchar", me responde. "Aunque sé que es difícil", sentencia.

Es más joven que yo, quizá diez o quince años, (puede ser que me equivoque, por la mascarilla), y su sentencia rezuma entusiasmo, idealismo; el entusiasmo, el idealismo y la bondad propios de la juventud. Trabaja en un centro de menores. 

Ahora, mientras escribo esto, pienso, y deseo, que ojalá nunca pierda la chispa, la energía, la honestidad de Ortiz Lobo y tantos otros, que sea uno de ellos; uno de los buenos.

Jesús de la Palma

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