El oficio de vivir

No es tiempo para el pesimismo (bastante tenemos ya todos encima), en realidad, nunca lo es, al menos para el pesimismo exagerado, porque una dosis del moderado nunca viene mal para ponernos los pies en el suelo y retomar la vida con más energía. Pero, aunque no sea temporada de ese fruto tan amargo, se me ocurre una idea irreprimible, tanto, que ni si quiera puedo esperar a mañana para contarla. Hoy ha tocado leer a Cela, algunos de sus más reseñables artículos periodísticos, y digo esto para que nadie piense que vengo influenciado por Cioran, H. Roorda, P. Mainlander, A. Caraco o algún otro odiador de este "oficio que es vivir", como diría Pavese. Bien, la cosa es que sí, a toro pasado, lo pasado, lo ya vivido, no se me antoja tan malo, y como ya he dicho en otras ocasiones, ahora me encuentro relativamente cómodo con mi lugar en el mundo, ya no pienso que la vida sea una auténtica porquería, ahora solo pienso que es una porquería a medias, y eso, para mí, es una hazaña; pero, aun así, solo el hecho de pensar que me volvieran a vomitar al mundo me produce escalofríos. Nunca comprenderé a esa gente que tanto miedo tiene a morir, a mí, si un caso, me impone el sinsentido de existir, y también, cómo no, los suplicios del cuerpo, y por eso tengo en buena consideración a los médicos, que tantos dolores me han quitado y evitado; pero de ahí a vivir con miedo, ni hablar, soy de la solitaria opinión de que algún día hay que morir, y opino, además, que vivir con miedo es morir viviendo; y yo, a pesar de todo, siempre he querido vivir, y no hay mejor modo de desperdiciar la vida que vivirla atemorizado.

Jesús de la Palma (10/05/2020)

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