Bansky

No puedo celebrar el último dibujo de Bansky porque es opio para el pueblo; acarrea consigo un mensaje populista, irracional; sentimental, adormecedor de conciencias. En esta pandemia no hay héroes, hay víctimas, y no solo cuantificadas en cadáveres, también en lo económico, y por eso creo que todo aquel que tenga voz entre la multitud debería alzarla de forma discrepante contra los gobernantes, ya que, por bien que lo hagan, siempre hay cosas que mejorar. Bansky es un artista urbano, no de salón, o al menos lo era, y en esos menesteres debería seguir, siquiera en momentos tan convulsos (luego que haga lo que le dé la gana), porque quien lo ha encumbrado a la categoría de leyenda ha sido el pueblo liso y llano. El mundo no cambia con mensajes de consuelo, autocomplacientes; el mundo cambia mediante el insurreccionismo pacífico, ideal; mediante la protesta constructiva. Platón, en la "República", dibujaba una sociedad utópica dirigida por filósofos, por los que sabían, por los infalibles; sin embargo, aunque nobles, sus intenciones resultaron ser utópicas, valga la redundancia; lo cual salta a la vista, porque a estas alturas de camino ya deberíamos haber comprendido que los que mandan solo sirven para mandar, y no para educar, que es lo que deberían hacer, y esto sucede porque ningún hombre es inmune a la cegera del poder, y por lo tanto, todo el que llega se corrompe y echa por alto el sueño utópico de una sociedad mejor.

Jesús de la Palma (08/05/2020)

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