La ignorancia es la fuerza

En 1984, la distopía de G. Orwell, tres son las consignas del Partido:  "La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza". Hoy, lamentablemente, se ha cumplido su profecía; el escenario distópico que vaticinaba está más vigente que nunca. El único medio que tiene la ciudadanía de hacerse oír es la protesta, pero se ha extendido la idea de que la situación de pobreza hay que sobrellevarla en silencio, con resignación, casi con vergüenza. "¡Solo protestan los negacionistas!, no entréis en su juego, no caigáis en la trampa; esto es una cuestión de vida o muerte, dejad a los profesionales que decidan por vosotros, no habléis, no miréis; no escuchéis nada más que a las autoridades", nos bombardean por aquí y por allá: en radios, periódicos, redes sociales y televisiones. Los políticos vociferan y gestigulan vehementemente entre ellos, se increpan: lo hacen entre iguales. Sin embargo, al dirigirse al ciudadano que no encuentra salida, que se halla al borde de la desesperación, adoptan un tono sereno, circunspeto, solemne; severo o paternalista, según la ocasión: "La salud y la vida son lo primero, debemos mantener la calma y respetar las normas de seguridad", sentencian. "¡¿Qué vida?!", exclama un padre de familia acorralado por las dedudas, con la vista fijada en la televisión y el peso de la familia en la conciencia.

Jesús de la Palma

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