Hace unos meses, el efímero fenómeno de la cacerolada se extendió por todo el territorio nacional, y fue una lástima que, por falta de un criterio fundamentado por parte de la ciudadanía, se politizara, puesto que de este modo, perdió crédito y, por ende, fuerza. Que España va a la deriva es un hecho, y lamentablemente, también lo es que sus gobernantes no tienen trazada una hoja de ruta; ni siquiera algo que se le asemeje, y lo que sucede con los problemas que no se solucionan es que se acumulan, o, como diría aquel, que se hacen bola. Karl Popper, en La miseria del historicismo, refiere que "las revoluciones sociales no las traen los planes racionales, sino las fuerzas sociales". Por lo que uno no puede sino pensar que mejor una cacerolada a tiempo, a tener que reclamar los derechos por la fuerza, porque para ese tiempo, cuando todo es miseria y desesperación, la razón se relega a un segundo plano.
Jesús de la Palma
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